Desayunos intermitentes, el método que desafía a la dieta normal

En apenas una semana daremos la bienvenida al verano. Todos estamos deseando de inaugurar oficialmente la época de los shorts, así como las jornadas de sol en la piscina. Sin embargo, antes hay que pasar por la temida prueba que nos persigue año tras año: la operación bikini. Es en este punto cuando a todos nos saltan las alertas y queremos comenzar con las dietas imposibles. Pero, ¿y si esta vez apuestas por los desayunos intermitentes?

Aunque su nombre hace referencia a la primera comida del día, esta práctica alimenticia se basa en omitir el desayuno. Además, según el doctor Yoshinori Nagumo, autor de “Un día. Una comida”, en este proceso reside el secreto de la juventud. “Si no comemos por la mañana ni al mediodía, al llegar la noche nos suenan las tripas. La primera vez que suenan, segregamos la hormona de la longevidad, que rejuvenece la piel y las mucosas”, comentaba el doctor japonés. Y añadía: «Cuando se repite este proceso, se reactivan diferentes genes que contribuyen a metabolizar la glucosa y a tonificar las arterias».

La idea que plantea Nagumo consiste en realizar una sola comida al día, sin privarnos de ningún alimento. De esta forma, las partes dañadas de nuestro cuerpo reciben los efectos reparadores de nuestros genes, con lo que además de reducir peso, mejoramos notablemente nuestra salud.

En qué consiste este método

Como toda dieta, el método de los desayunos intermitentes también tiene unos parámetros básicos. La forma más común es la llamada 16/8, en la que se ayuna durante 16 horas al día y se come durante las otros 8 horas restantes. Normalmente, para evitar pasar hambre, se divide en dos comidas abundantes, y se puede añadir uno o dos snacks entre ambas.

Teniendo en cuanta que los españoles dormimos de media 8 horas, la parte del ayuno no se haría tan pesada. Un ejemplo. Si establecemos la hora de la comida a las 14 horas, la cena podría hacerse a las 22 horas. De esta forma, durante la tarde, tendríamos un intervalo entre las 17 y las 19 horas para tomar algún snack ligero – normalmente algún fruto seco. Una vez acabe la cena, no se puede ingerir nada sólido hasta las 14 horas del día siguiente, solo tomar agua, infusiones o café solo.

Aunque este proceso es el más popularizado, hay quienes lo llevan al extremo con ayunos de 24 horas. También existe la modalidad 12/12, que consiste en hacer dos comidas copiosas separadas por 12 horas, en las que no existe tentempiés durante ambas. Elijas la forma que elijas, el truco está, como bien indica su nombre, «desayunos intermitentes», en que el intervalo sin comer al día sea mayor que el que pasamos comiendo.

Cómo introducirlo

Libro «Un día. Una comida», de Yoshinori Nagumo

Para lograr hacerse con este hábito de comida, Nagumo recomienda varias fases de adaptación. En primer lugar, hay que dejar de comer hasta sentirse saciado. Este gesto no solo es importante por la cantidad de calorías que dejamos de ingerir, sino porque al evitar los atracones de comida, estamos reduciendo nuestras posibilidades de padecer una de las cuatro enfermedades más frecuentes en Occidente: el cáncer, las cardiopatías, la embolia cerebral y la diabetes.

Partiendo de esta máxima, el autor continúa proponiendo a sus lectores dos fases diferentes. La primera se conoce como «Una sopa y otro plato» y la segunda, como el título del libro «Un día. Una comida».  En el primer escenario, la estrategia consistiría en reducir el tamaño de los recipientes: un cuenco para caldo y un plato para guarnición. La única condición es evitar que la ración se desborde.

Cuando ya nos hemos acostumbrado a comer pequeñas raciones, llega el momento de introducir el segundo escenario.  Esta fase se basa en comer solamente una comida completa al día, para disfrutar del poder curativo de nuestro cuerpo. Para Nagumo no existe ningún límite ni restricción, se puede comer todo lo que queramos, pero solo una vez. La cantidad ideal establecida es, aproximadamente, un setenta por ciento de la capacidad de nuestro estómago.

Aunque solo haya una comida principal, en este método también se puede «picotear». Además del plato principal, se puede tomar todo tipo de líquidos cuando queramos. Entre los snacks permitidos durante horas, se encuentran los frutos secos, las galletas sin azúcar e incluso huevos. No obstante, se recomienda evitar los dulces y el azúcar, causantes directos de la grasa visceral y causantes indirectos de las enfermedades mencionadas anteriormente.

Beneficios y riesgos

Puede que el método de los desayunos intermitentes no sea uno de las fórmulas más popularizadas para conseguir perder peso. Sin embargo, la ciencia apoya este proceso como dieta. Además de ayudarnos a adelgazar, esto nos aporta numerosos beneficios al organismo. Por un lado, destaca la activación de las células que contribuyen a reducir el envejecimiento, como adelantaba Nagumo.

Además, también se reducen los niveles de insulina y aumenta los niveles de la hormona del crecimiento. Y esto no queda aquí, este método también mantiene más bajos los niveles de azúcar y ayuda a reducir los daños por oxidación. Si ponemos el foco en el sistema cardiovascular, hay estudios que han demostrado que esta dieta «radical» mejora factores como la presión sanguínea, los niveles de colesterol y los triglicéridos.

Como todo, también tiene su parte mala. Las desventajas de este método se reducen básicamente a la sensación de hambre prolongada durante tantas horas. Evitar comidas copiosas puede acostumbrarte a picotear mucho, e ingerir más calorías de las que comerías normalmente. Si esta sensación de hambre se prolonga, esto podría derivar en problemas de ansiedad, fatiga, cansancio o problemas de concentración.

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